El auto avanza, amor.
La furia del viento
anuncia tormenta en mis adentros,
y el salitre,
de las olas,
adhiriéndose a mi parabrisas,
me enturbian gota a gota la vista y la cordura.
¡Qué el viento eres tú!
“Ya es de noche, amor,
si decides tomar la autopista de la costa,
evitarás el mal tránsito de la ciudad y podrás llegarme a tiempo”.
En mi mente,
tengo, un insaciable monstruo devorando mis recuerdos…
Sí, es ella,
-afirmaba cada tanto al recuperar alguna imagen tuya-,
hasta allí le ha llevado el destino
y lo mejor es no evitarlo,
-pensaba-:
ella fue quién lo quiso.
Quizás ahora,
cuando las lluvias inunden por completo la cabaña,
y los grillos oculten sus gemidos,
morirá.