"Aquel que ha superado el principium individuationis, ya no se contenta con amar al prójimo como a sí mismo ni con hacer por los demás lo que haría por sí, sino que nace en él un horror hacia ese ser -cuya manifestación es su persona-: la voluntad de vivir, esencia y elemento interior de un mundo que considera como un tormento. Reniega de esa materia que se manifiesta en la forma corporal y todos sus actos dan un mentis a su cuerpo y se ponen en contradicción con él. No siendo en el fondo más que una manifestación de la voluntad, cesa, sin embargo, de querer cosa alguna, huye de encariñarse con cosa alguna y alimenta en su corazón la indiferencia en todo y por todo. Su cuerpo, sano y robusto, expresa el instinto genésico; pero él reniega de toda voluntad y castiga su cuerpo engañador; no quiere satisfacción sexual bajo ninguna condición (...) Con la completa desaparición del conocimiento, desaparecería el mundo, pues no hay objeto sin sujeto."