Salimos, y la ciudad estaba ahí
esperando por nosotros hace años
sus poros encharcados
y sus quebradas venas ya roídas por el tiempo
pulsaban coches estruendosos
haciéndonos oír el latido desesperado de su historia:
«Una vez le dije a mis habitantes
“Vengan todos productivamente a poblarme
Hagamos de mis tierras
Lo que el azar prefiera
O con astucia, sacrificio y renuncia
Forjemos en mí paraíso
Lo que sus mentes y sus cuerpos quieran...
Eso fue hace siglos.”
–Dónde está la niña guapa
con su vestido tropical e inocente–
pregunté a mis acompañantes…
«Ya no estaban
Ni unidos ni muertos ni vivos.
Sólo cuerpos sin almas, como antes, al principio
Ingenuos, despavoridos.
Qué podía hacerme, qué.
¿Seguir yo misma, sola, mi curso sin recursos?
Otros vinieron a oprimirlos
Les dejé entrar
Y entraron…»
Nos despedimos de la ciudad
Cerrando los ojos, y jamás volvimos.