Y no es tan sólo aquello del árbol
Que ya no nos consiente distinguir el bosque
Es que ya no hay ni bosque ni árbol, y precisamente.
Escribo tantas inútiles cosas
Tantas manchas
Que casi siempre resultan indelebles
Imborrables.
Ahora voy llenando espacios
En este blanco pliego digital
Con unas ganas de tinta negra y de existirme
O bajarme por las pestañas de tus ojos
Hacia la orilla de lo que ves
Desde el centro mismo de tu iris.
Fue lunes
Y tenía que serlo
Porque no trascendería reencontrarse de otra forma.
En un jueves, por ejemplo
No nos hubieran salido cara al mar
Tantas sombras desde las yemas de los dedos.