(Aprehensión dionisíaca de un día sin palabras)
Adónde van las pisadas que colorean al mar
Tratando de dar una vez más la espalda al alba.
¡Qué edad tanto extraña en que vivíamos entonces!
La ciudad, dando golpes ciegamente a sus retoños.
Mientras tanto, nos movíamos retorcidos y jadeantes
Siguiendo el indestructible ciclo de la subsistencia.
La luna, plateaba la superficie de la pompa madresanta
Riendo de nosotros extasiada y melancólica
Escondiendo una mirada de asombro y desengaño
Retirando su pleamar, provocándonos en su ascenso
Uniéndonos en cópulas sexuales enigmáticas
Asesinando días: haciendo posible la venida del mañana.
Quién nos obliga -en su preñez- a seguir la curva ingenua
De la incierta y vívida angustia que oculta la muerte...
Adónde van las pisadas cuando ya es de la noche
La profunda amargura de la ausencia del tiempo.