Si aún le ves, corrompiendo el librero,
es porque no quiero desgastar lo que me has dado.
Con los libros no sé, mejor el bidé, la sonrisa,
ir de mano en mano suplicando empirismo...
A lo que vamos, es decir, poesía:
Destruir una flor para convertirla en pájaro,
un cruce de sombras en rió,
una metáfora en metáfora,
una persona en individuo y luego en gente,
amando, disfrutando de la vida, mordiéndose,
por dentro, por fuera, los labios y los dientes.
No es que se disloque, es que está loco,
buscando el eje de otros ejes,
sin saber si de verdad existe el centro,
con la mente y el espíritu, y así, de la materia.
Por eso me cuesta tanto decirte
lo de las piernas medio abiertas
inquieriéndome los ojos, la mirada.
¡Qué tengo yo que ver con muslos!
¿una nomás? pienso y se me nubla todo el morbo.
¿La tinta indeleble y mocharnos las cabezas?
Destruyamos los partidos y quememos las banderas,
si es eso de morirse de pensar y no hacer nada.
Otra cosa es la modena y la jornada, sí, que me lanzo,
como una pluma, a pendularle al arte su tileza.
No me injurie, prima, no se enclave,
que me pierdo entre sus lágrimas y me bloqueo
al calcular la tasa del café y su precio en dolar.
Como un cuento, sabes.
Igual el viejo, qué alegría, qué locura,
amenazando con su palo polícias,
por jadear, le consta y lo ha afirmado.
Qué más.
La flaca.
A ella, le digo todo aunque le duela...
Y a mí sólo mi cosa, mi poema y otra ronda.
Si no es mío, de quién:
(De los tres quedan dos vivos)
